y como todas las primaveras
nuevas hojas rellenas de ideas se rellenaban;
y no era hasta el uno de otoño
cuando, ya garabateadas, caían de sus manos
procurando hacer mucho ruido al tocar el suelo;
y caída la noche, empezaban a nevar inviernos en sus pies
hasta que subían a su pelo
y lo enredaban entero mientras la almohada pedía clemencia.
Y acababa el día.
Sophie, harta de buscar verano, empezaba otro.
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