El tiempo ya no quería pasar en Bourdon.
El reloj de la plaza central del pueblo daba las doce de la
noche mientras una chica joven, bajita y morena fijaba toda su atención en la
pantalla de su móvil. Sophie seguía tirada en su portal, alumbrada sólo por la
luz de algún coche que pasaba cada media hora y alguna farola, esperando a que "él" viniese. Su "él". Su Marc. Pero debía haberse olvidado de ella. Suspiró un poco y marcó un móvil en su teléfono
mientras le daba un trago a la botella que llevaba al lado.
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No sabía ni que hora era.
Un chico alto y delgado forzaba sus ojos claros en el
intento de ver algo mientras buscaba desesperadamente su teléfono por los
bolsillos de sus pantalones. Mierda, lo había perdido otra vez. Ya con angustia,
se giró y preguntó a un par de amigos si lo habían visto, pero nadie lo
recordaba. De repente, sintió algo sonar en su chaqueta. "Ah, claro, lo había
guardado ahí." Joder. Las doce y cuarto de la noche y ni la había llamado... La
había prometido estar ahí a en punto. No cogió el móvil pero empezó a correr
hacia el otro lado del pueblo.
Era demasiado tarde para arrepentirse de los vicios, pero los grados de aquella copa le ardían en el pecho y emborronaban en exceso las sombras que le rodeaban. Ay, los excesos... A pesar de no tener muy claro si la dirección que seguía era la correcta, no paró. No podía.
Era demasiado tarde para arrepentirse de los vicios, pero los grados de aquella copa le ardían en el pecho y emborronaban en exceso las sombras que le rodeaban. Ay, los excesos... A pesar de no tener muy claro si la dirección que seguía era la correcta, no paró. No podía.
Necesitaba verla.
Tenía que.
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"Coño, qué
frío. Y verás la excusa. Será la peor en mucho tiempo. Siempre igual". La
velocidad de sus propios pensamientos acabaron por aturdirla y una lágrima se
precipitó por el pálido rostro de Sophie. Al menos, reaccionó. Y media pasadas.
No, no podía ser. Pero sí. La cifra que marcaba la iluminada pantalla se
acercaba demasiado a menos veinte. Lo había vuelto a hacer.
De todas formas,
la joven tampoco se sorprendió. "Te lo dije, tía, te lo dije".
De súbito, todo
lo que recorría sus venas era odio. Odio hacia los sentimientos que aquel
chaval había sido capaz de encender en ella, hacia sus ojos, hacia su pelo,
hacia aquel guiño, hacia el cigarro que jamás debieron compartir... Dios, se
odiaba. Por ingenua. Por niñata. Por caer sabiendo que no iba a poder
levantarse sola y que él no sabría estar allí para ayudarla.
Incómoda por la
poca movilidad que el gélido ambiente había dejado en sus manos, encendió un
cigarro y se fue. Ojalá el humo
pudiese con ella.
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Empezaban a
dolerle las piernas cuando pudo reconocer el columpio donde acarició su pálida tez por
primera vez, así que aligeró el paso. Ya estaba cerca. Bourdon tampoco era tan
grande.
Esquivó
sorprendentemente ágil alguna que otra farola y el perfil de
los transeúntes. Apenas distinguía sus caras, sombreadas o iluminadas, dependiendo de la luz, aunque posiblemente fueran conocidos. Bourdon tampoco era tan grande.
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"¿¡Pero qué!?" Sería el frío, la niebla, la noche o quién sabe si todo a la vez, pero le vió a lo lejos. Se dirigía con torpeza hacia el portal con cara de preocupación, parecía que hasta llorando. Al no encontrar lo que buscaba en aquel portal se había quedado apoyado en la pared mirando al suelo. Sophie alegró la cara al verle. Ya podía tener una buena excusa, pero se alegraba de tenerle allí.
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Tropezó con un par de piedras y bordillos antes de llegar a la calle de la casa de Sophie. Marc dirigió toda su atención al portal de la casa de "su chica". Qué bien sonaba eso. Aunque no se lo dijese mucho, la quería. Pero es que tenía tanto miedo a enamorarse...
De repente, volvió a la realidad. "Mierda". No había nadie en el portal. Dirigió toda su atención hacia el reloj de la plaza que marcaba casi la una de la mañana. Dios, llegaba muy tarde. Bajó la cabeza y se quedó así unos minutos hasta que las piernas le fallaron y decidió sentarse delante del portal. Sería la noche cerrada, la botella que se había metido hace menos de media hora o las ganas de verla, pero pudo ver una silueta sombreada que se parecía muchísimo a Sophie... hasta que dejó de ser una sombra a la luz de la farola.
Esbozó una sonrisa con las fuerzas que le quedaban, pero ya podía pensar una buena excusa para llegar una hora tarde.
Texto por: @ladraomuerde y @subjonctive.
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