Ahí
estaba; de pie, con esa sonrisa de medio lado que ponía cuando estaba nervioso.
Que bien la conocía.
Tenía las ojeras más grandes que nunca, quizás más oscuras, pero la luz anaranjada de la farola no me daba para ver mucho más. Sus ojos rojos parecían pedir a gritos "sálvame". Y yo lo hubiese hecho, pero.
Llevaba su camiseta favorita, y unos pantalones vaqueros rotos, cómo sus pupilas, o cómo sus Nikes, creo recordar grises, pero, quién sabe, quizás yo todo lo veía gris.
Olía a alcohol y a humo…, parecía hecho polvo. Le ayudé a sentarse en el banco de la parada del bus con dificultad pese a mis ganas de decirle "que te salve tu "ella", ¿no?", pero no. Le quería demasiado, le subí en el autobús y después de pagar su billete, me quedé mirando su ventana, viendo cómo se iba.
No sé si fue la niebla, la noche cerrada, la poca luz, o mi estado de. Pero vi como me sonreía y me decía un "te quiero a ti" detrás del cristal.
Nunca me atreví a preguntarle.
Tenía las ojeras más grandes que nunca, quizás más oscuras, pero la luz anaranjada de la farola no me daba para ver mucho más. Sus ojos rojos parecían pedir a gritos "sálvame". Y yo lo hubiese hecho, pero.
Llevaba su camiseta favorita, y unos pantalones vaqueros rotos, cómo sus pupilas, o cómo sus Nikes, creo recordar grises, pero, quién sabe, quizás yo todo lo veía gris.
Olía a alcohol y a humo…, parecía hecho polvo. Le ayudé a sentarse en el banco de la parada del bus con dificultad pese a mis ganas de decirle "que te salve tu "ella", ¿no?", pero no. Le quería demasiado, le subí en el autobús y después de pagar su billete, me quedé mirando su ventana, viendo cómo se iba.
No sé si fue la niebla, la noche cerrada, la poca luz, o mi estado de. Pero vi como me sonreía y me decía un "te quiero a ti" detrás del cristal.
Nunca me atreví a preguntarle.
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