jueves, 27 de marzo de 2014

Mejillas frías.

No recuerdo un invierno tan frío 
como en el que llevo estos dos últimos años
y es que puedo afirmar, siempre temblando,
que no queda ni un poquito de calor en mis huesos
desde que, casi con ilusión,
cayó el duro telón de diciembre sobre los nuestros.

Y te juro que a veces miro por la ventana,
casi ilusionada, pero no del todo,
esperando a que deje de llover
para salir corriendo lo más rápido que pueda
de un sitio en el que nunca he estado.

Correr hacia las cosas que,
aunque siempre haya querido ser,
nunca he conseguido,
para encontrarte al final de todos los caminos.

Pero es que nunca deja de nevar en aquellas mejillas 
que, olvidando a qué sabía el sol,
han muerto a falta de besos.

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